Bendición de la corona
Bendícenos Señor Dios nuestro y a esta corona de Adviento.
Te alabamos por tu Hijo Jesucristo.
Él es Emmanuel, la Esperanza de los pueblos,
la sabiduría que nos enseña y guía, el Salvador de todas las naciones.
Te rogamos que esta corona y su luz sean un signo de la promesa
que nos trae la salvación.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Hoy 29 de Noviembre, es el Primer Domingo de Adviento. Comenzamos el Ciclo Litúrgico C y la Iglesia nos invita a que preparemos el corazón con nuestra oración continua al Niño Dios para que Él sea quien viva y reine en nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestra Nación, en el mundo.
La palabra Adviento significa venida, llegada, por eso es un tiempo dedicado a la preparación humana en sintonía con la vida con las personas y con Dios. Es tiempo de Esperanza, arrepentimiento, reconciliación y perdón ante la llegada del Niño Jesús.
Es el ejercicio de su justicia salvadora, que se practica de continuo en los cielos y en la tierra.
El Adviento nos coloca frente a la Esperanza traída por Jesús que se encarna en la realidad de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y la Palabra de Dios nos llama a estar despiertos, vigilantes, alertas y preparados para su llegada a nuestra vida.
El Evangelio de Lucas (21,35-28-34-36) nos coloca ante la necesidad de estar alerta, en vela y en oración continua ante la proximidad del Paso de Dios.
Viviremos cuatro semanas y tendremos desde desde hoy, cuatro domingos anteriores a la Navidad y la fiesta de la Epifanía.
El sentido del Adviento, es avivar en los creyentes la espera del Señor. Preparémonos para vivir esta Navidad y segunda venida de Nuestro Señor quien volverá como Rey de todo el Universo.
Como en la vida de cada uno de nosotros, siempre es necesario partir de nuevo, levantarse, encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, es necesario renovar siempre el horizonte común hacia al cual estamos encaminados.
El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo iniciamos, nos restituye el
Horizonte de la Esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios, porqué el Señor no desilusiona nunca.
Pensemos. ¡Sintamos esta belleza! Redescubramos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, la humanidad entera, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de senderos del tiempo....
Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, vino la revelación del rostro de Dios y de su ley...
La Virgen María es el modelo para imitar, para caminar en este tiempo.
En su seno, la Esperanza de Dios tomó carne, se hizo Hombre, se hizo historia: Jesucristo.
Su Magnificat es el cántico del Pueblo de Dios en camino y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en la potencia de su misericordia. Dejémonos guiar por ella que es Madre, Mamá y sabe cómo guiarnos en este tiempo de espera y de vigilancia operativa...
Bb. P, JASR. Edst.
cpdem.