Saturday, May 23, 2015

24 de Mayo. Domingo de Pentecostés

¡Oh Espíritu de verdad y sabiduría, 
Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!.
Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, 

quiero como quieras, quiero cuando quieras...
(José María Escrivá - Abril  1934)
El día de Pentecostés es la manifestación del Espíritu Santo a toda la Iglesia y la Palabra de Dios nos invita a dejarnos sanar y guiar bajo su compañía.
Los Hechos de los Apóstoles (2.1-11) plantean que el día de Pentecostés descendió el Espíritu Santo sobre los Discípulos.

Pentescostés fue desde sus orígenes la fiesta de la cosecha, de la plenitud y de la abundancia y con el tiempo llegó a ser también la fiesta de la alianza.

Pentecostés es en la Iglesia la inauguración de la nueva alianza entre Dios y su pueblo reunido en asamblea.
El protagonista de esta nueva alianza es el Espíritu Santo que como fuerza y presencia activa de Dios, inaugura la Comunidad de los creyentes, la iglesia a la que Jesús encomendó llevar a cabo la obra de la salvación.

Los Hechos destacan que aunque los presentes eran de distintos lugares con lenguas diferentes "se les oyó hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua", indicando así que la Iglesia nace con carácter de universalidad y por eso debe ser misionera hasta el final de los tiempos, poniéndose al servicio de todas las lenguas, pueblos y culturas. 

El Evangelio de Juan (20,19-23) presenta a Jesús entregando el Espíritu Santo a sus Discípulos.
El primer efecto del Espíritu es la alegría por la presencia y reconocimiento del Señor resucitado. Esta alegría transforma corazones, disipa miedos, unifica a la persona, la hace libre.
El Espíritu que reciben los amigos de Jesús los habilita para responder con creatividad y disponibilidad ante el gran desafío del perdón que es el rostro más visible del amor.

                                                        Oración
¡Oh Espíritu Santo! que cambiaste los corazones fríos y llenos de temor en corazones de amor y animosos, obra en mí lo que hiciste el día de Pentecostés, ilumina, inflama, fortifica mi pobre alma y disponla para devolver a su Dios amor por amor y que este amor consista en obras santas, en abnegación constante, en humildad sincera, en fervorosa devoción y en generoso sacrificio. 
Un amor como aquel que inflamó los corazones de los nuevos creyentes en el Cenáculo.

Bib. 
(P. Gustavo Albarrán , sj.
(B. HG, Invoc. e preghiere allo Spirito Santo. p.30)
cpdem.




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